Coincidiendo con Sant Jordi del año 1999 salió a la luz un libro que recogía la historia del Autòdrom en sus años de actividad como circuito automovilístico. Bajo el título Vida efímera de una gran obra, su autor, Antoni Mirabent i Muntané, recopiló desde las motivaciones de los impulsores del proyecto y el contexto en el que se llevó a cabo, hasta los nombres de las competiciones, de los vehículos y de los festivales que se acogieron.
Resultan muy interesantes, leídas en perspectiva, algunas palabras tanto de Mirabent como de personajes de la época en la que se creó este espacio pionero en el mundo. Recogemos algunas de ellas en este artículo, como muestra de cómo los libros nos permiten, ya sea de forma inmediata o con el paso del tiempo, acceder a nuevas perspectivas de la realidad.
En su libro, Mirabent recogió, por ejemplo «las impresiones del arquitecto encargado de las tribunas y lonjas, Martino Arroyo, que acompañado de quién fue director del Autòdrom, Frik Armengué, sintió las emociones que transcribimos seguidamente: ‘Pues bien en nuestra pista, además de la suavidad de movimientos debida a un pavimento de hormigón, en pleno viraje, incluso en los puntos más altos del mismo, su superficie es de tal naturaleza que si el coche lleva la velocidad que en aquella zona le corresponde, la resultante de la gravedad y fuerza centrífuga le es sensiblemente perpendicular, razón por la cual ni el coche ni sus ocupantes se sienten atraídos hacia el centro de la curva, ni despedidos hacia su exterior, produciéndonos una falsa sensación de verticalidad en nosotros mismos que nos hace ver inclinado el horizonte, desplomados los edificios y caídas las planicies».
«No es menos importante la opinión de quién fue presidente del Sindicato de Periodistas, Co de Triola, que en todo momento estuvo junto a los decididos emprendedores. Un fragmento de su comentario fue el siguiente: ‘muy digno de dedicar unos momentos es, ciertamente, el estudio de algunos aspectos de la magna obra. Puesto que el autòdrom no lo hemos de ver sólo bajo el cariz del lugar donde habrá épicas luchas, donde se desarrollará un espectáculo lleno de emociones; como creador y revelador de comezones insospechadas […] El autòdrom nos sugiere la idea de una escuela. Una escuela de alta educación. Un gran laboratorio donde se trabaja cuidadosamente en la investigación de los conocimientos necesarios para llegar a un mejoramiento general. […] El solo hecho de estar representadas en las carreras inaugurales Naciones foráneas, es bien trascendental. El autòdrom proporciona ocasión de difundir los conocimientos verdaderos de nuestra manera de ser. Indudablemente un centenar de extranjeros podrán darse cuenta de que nuestro país es tan europeo como intelectual Francia, la mercantil Inglaterra o la industrial Alemania'».
Por su parte, más allá de recopilar estas declaraciones hechas en el contexto de los años veinte, el mismo Mirabent escribía hace 21 años:
«Pensamos que con una visión de futuro extraordinaria, nuestros abuelos pensaron en una pista para carreras de caballos y otra para motos. También hace muchos años que se dio un impulso y reconocimiento público a los coches antiguos, tal vez los mismos que venían a competir al Autòdrom».
Y seguía:
«Bien estudiado el caso, creemos que si se buscara una buena utilización de este recinto, por el cual lucharon nuestros antepasados, la era actual podría convertirlo en algo que podría ser el orgullo de la comarca del Garraf, y Sant Pere de Ribes podría sentirse satisfecha de tener dentro de su término una obra que le daría más renombre del que actualmente tiene».
En el mismo documento, sin embargo, Mirabent afirmaba que «parece condenado a desaparecer». Por suerte, no será así. Tenemos que escribir nuevos libros de este lugar increíble, llenos de historias nuevas, todas las que ha acumulado durante sus casi 100 años de existencia. Historias personales vinculadas a este espacio en el pasado pero que también tendrán un espacio en su futuro, donde deseamos coger el relevo de aquel proyecto y hacer que el Autòdrom vuelva a ser un punto de encuentro rodeados, ya no de carreras automovilísticas, pero sí de naturaleza, caballos -como Mirabent mencionaba sorprendentemente- y un homenaje a la historia del motor de la cual forma una parte imprescindible.