Hace ahora cien años, empezó a andar el proyecto de construcción del Autòdrom Terramar. El ingeniero Francesc Armengol, impulsor de la ciudad – jardín de Terramar en Sitges –que se comenzó a construir en 1919– ideó la creación de un autódromo, unas instalaciones que entonces eran absolutamente innovadoras, como uno de los diferentes servicios a incluir en la nueva urbanización.
El 21 de enero de 1922 se constituyó la sociedad Autódromo Nacional S.A., registrada legalmente ante el notario Francesc Català i Ucelay, en Barcelona. La sociedad diseñó un consejo de administración integrado por personalidades relevantes del mundo cultural, social y económico del país. Presidida por Joan Pich i Pon –que en 1935 se convertiría en alcalde de Barcelona y gobernador general de Catalunya–, la sociedad estaba dirigida por Fric Armengué y tenía como gerente el mismo Armengol. Así mismo, un Comité de Honor presidido por el Duque de Alba –que era el presidente del Real Automóvil Club de España– e integrado por representantes de organismos del mundo del turismo, el deporte y el periodismo, aportaba cuerpo social a la iniciativa.
La nueva sociedad se constituyó con un capital de 700.000 pesetas a través de 1.400 acciones de 500 pesetas cada una. La primera operación fue la compra de los terrenos conocido como Clot dels Frares, en referencia a la masía del siglo XVII que había sido una casa de reposo de frailes e inmortalizada en diversas pinturas en los años anteriores por el artista novecentista Joaquim Sunyer. Los terrenos, de 24 hectáreas de superficie, eran propiedad de la Iglesia y la operación se realizó con el cura de Sant Pere de Ribes, Antoni Miret, y firmada en el despacho del notario de Vilanova Joaquim Basora i Nin. El Clot dels Frares estaba situada junto a la nueva ciudad – jardín de Terramar, si bien ya dentro del término municipal de Sant Pere de Ribes. Además de los terrenos del Clot dels Frares, la nueva sociedad adquirió también otros terrenos adyacentes de 15 hectáreas, donde se encuentra la masía del Clot del Sidós, propiedad de la familia Vilanova.
Con la operación ya formalizada, la sociedad Autódromo Nacional S.A. se dedicó a dos propósitos principales, estrechamente vinculados entre sí: la construcción de las instalaciones y la ampliación del capital social, puesto que las 700.000 pesetas iniciales resultaban insuficientes para satisfacer el volumen de la obra necesaria. De entrada, la compra de terrenos ya debía requerir una inversión de 208.000 pesetas. En esa cantidad estaba incluida la partida de terrenos donde se construiría un bajador del ferrocarril entre Sitges y Vilanova, situado a tan sólo 1.000 metros de distancia del nuevo equipamiento.
La ampliación del capital se llevó a cabo a través de 600 nuevas acciones a 500 pesetas cada una. El propio alcalde de Sitges, Josep Planas, comprometió el apoyo del Ayuntamiento, con 75.000 pesetas, por el impacto positivo que la operación tendría para un municipio que estaba empezando a apostar por el turismo incipiente y la recepción de visitantes.
Las nuevas operaciones financieras permitieron la almohadilla necesaria para iniciar las obras en pocos meses. La empresa contrataría los servicios del prestigioso arquitecto Josep Maria Martino para construir la tribuna y comprometió a los servicios de la empresa alemana Tanner & Eigenheer.