Las primeras carreras del Autòdrom, en otoño de 1923, programaron competiciones de automóviles y de motocicletas. Pero también de otros dos modelos de la época que no tuvieron mucho más recorrido más allá de los años veinte. Los voiturettes y los autociclos. Los primeros eran bólidos de dimensiones y cilindrada menores, que las compañías utilizaban en algunas carreras, mientras que los segundos fueron automóviles también de tamaño más pequeño, pero de uso más común, que se popularizaron en las décadas de los años 10 y 20 del siglo pasado.
Los autociclos fueron utilitarios monocilíndricos o bicilíndricos, con carrocerías ligeras de uso fácil. Su perfil estaba a medio camino entre las motocicletas y los automóviles, cuyos precios resultaban más accesibles que estos últimos y que, además, también propiciaban una conducción más fácil. Los autociclos se popularizaron en varios países de Europa en la segunda década, especialmente en Francia, Reino Unido y Alemania.
En 1931 se celebró la primera competición de autociclos y poco después de la Primera Guerra Mundial se llevó a cabo un Gran Premio de esta categoría en Le Mans (1920). Pero poco después, los fabricantes bajaron los precios de los automóviles, un hecho que acabaría sentenciando los autociclos, que centraban buena parte de su atracción en resultar económicos.
La carrera de autociclos no faltó en los actos inaugurales del Autòdrom, que convocaron competiciones durante una semana. Participaron vehículos de 1.100 cc, que debían realizar vueltas al circuito hasta realizar 400 kilómetros.
Inicialmente, esta carrera estaba prevista para el 1 de noviembre, pero un fuerte aguacero obligó a suspenderla. La carrera se celebró el día 4 a las 8h de la mañana (entonces no había exigencias televisivas que marcaran los horarios) y el campeón fue el piloto francés Robert Benoist, que, como otras figuras internacionales del emergente mundo del motor, vinieron a Terramar a competir en las primeras carreras del Autòdrom.
Benoist pilotó un Salmsom, que fue la marca que compartió protagonismo con Sunbeam en sus principales victorias en las primeras carreras. El también piloto francés Albert Divo se impuso en la carrera de automóviles, precisamente con un Sunbeam. Con su triunfo, Benoist fue obsequiado con una copa entregada por el Ayuntamiento de Sant Pere de Ribes.
En noviembre de 1925, en una nueva carrera con diferentes categorías se volvieron a ver autociclos compitiendo en la pista del Autòdrom, junto a otros modelos como los mismos voiturettes y sidecars, además de las motocicletas y automóviles. Pero en esos años, los autociclos ya habían empezado a dejar de ser interesantes para el gran público y empezaban a perder terreno. En Terramar siempre constará que participaron en las carreras inaugurales.