El Autòdrom de Terramar fue un proyecto que, en su día, fue calificado de innovador y que supuso el primer contacto de la sociedad catalana y española con los circuitos automovilísticos, un deporte recientemente estrenado. Pero, ¿por qué el Autòdrom se realizó en los terrenos del Clot d’en Sidós, en el término municipal de Sant Pere de Ribes y junto a Sitges?
La razón que explica esta elección está clara: el Autòdrom era una pieza destacada del engranaje del proyecto de la ciudad – jardín de Terramar, impulsada por el industrial sabadellense, Francesc Armengol. El mismo Armengol fue también el promotor del Autòdrom.
La creación de la ciudad – jardín de Terramar consistía en importar los modelos residenciales de Niza y la Côte d’Azur entendidos como unos espacios de bienestar y glamur bañados por el cálido tiempo que aporta el Mediterráneo. Pero si los destinatarios de la Riviera francesa eran los británicos y centroeuropeos que acudían en busca del buen tiempo, en el caso de Sitges, el proyecto se enfocó hacia la gente de Barcelona. El ferrocarril y el motor habían facilitado el movimiento interterritorial y las clases acomodadas de la ciudad experimentaban su primera relación con el veraneo, fuera en áreas termales de la Catalunya interior o también en la costa. Sitges se convirtió en uno de los destinos preferidos.
En el cambio de siglo, la villa había vivido momentos de progreso, gracias, por un lado, al regreso de los conocidos como americanos (suburenses que habían emigrado América, especialmente a Cuba, para hacer fortuna y que al volver habían construido casas y palacetes con cierta majestuosidad) y, por otra, a la llegada de Santiago Rusiñol, que convirtió a la población en una de las capitales del Modernismo.
En este contexto, Sitges comenzó a atraer las miradas de los sectores más cultos y adinerados de la sociedad barcelonesa. En 1916 se abrió el primer hotel turístico en España (el Hotel Subur) y en 1918 se acabó el conjunto de Maricel, una de las obras arquitectónicas mas relevantes del Novecentismo catalán, que acogía la importante colección de arte hispánico de Charles Deering. Muchas cosas empezaban a pasar ya en Sitges. Cultura, turismo y ocio se daban la mano en una alianza que se ha mantenido intacta un siglo después.
La creación de la ciudad – jardín se entiende como el desarrollo residencial de una zona de playa para pasar los veranos y otros periodos del año. En el año 1919 comenzaron las obras de la urbanización, cerca del mar y que aportaba continuidad por el sur a Sitges. La zona había sido hasta entonces terrenos de dunas de arena, viñedos y campos. El conjunto residencial se erigió acompañado de la construcción del Paseo Marítimo, de 1,5 quilómetros de largo y que aportaba continuidad al Paseo de la Ribera, también tocando el mar.
El proyecto urbanístico fue impulsado por la sociedad Parques y Edificaciones y contemplaba que las residencias que se debían construir eran de notables dimensiones y en parcelas que podían disponer de jardines complementarios. Eso permitió que Terramar fuese un amplio territorio donde se plantaron pinos, adelfas y otras especias, que aportaron un paisaje verde que aún lo distingue.
Pero el proyecto urbanístico iba más allá y respondía a los cánones estéticos, pero también conceptuales del Novecentismo. Por este motivo, Armengol ideó espacios de ocio en la misma zona, para llenarlos de actividades que en aquellos momentos se encontraban en proyección social. El Autòdrom fue uno de ellos. Pero no el único. En 1923, el mismo año de inauguración del circuito, se abrieron los Jardines de Terramar, una amplia zona de paseo con variedades de especies vegetales y lagos artificiales, que aún hoy constituyen un espacio de paz y bienestar.
También el mismo 1923 comenzaron las obras del hotel Terramar Park, aunque tardarían diez años en terminarse por varios problemas financieros, que también afectaron al desarrollo de la urbanización. Frente al hotel se proyectó un casino, en unos espigones ganados al mar, pero que nunca se llegó a ejecutar. Lo que sí se hizo fue el campo de golf, inaugurado en 1927, y las pistas de tenis que había entre este espacio y el hotel.
Completando el conjunto de las promociones urbanísticas y de ocio, la sociedad promovió una revista cultural, bautizada con el nombre de Terramar, publicació quinzenal d’Art, Lletres i Deports, y que dirigió el activista cultural Josep Carbonell i Gener. La revista, editada en 1919 y 1921, fue un espacio de diálogo, reflexión y difusión de las artes y también una plataforma promocional para la urbanización, que de esta manera se dotaba, a más de prestigio social, de un acento cultural que ilustraba la dimensión y el abasto del proyecto.
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En las imágenes: a la izquierda, el hotel Terramar Palace en su diseño novecentista original. A la derecha, las pistas de tenis y chalet del nuevo club de golf